La pintura fue naciendo en mí como parte natural del aprendizaje en la vida, como otro lenguaje más con el que expresarme, y sobre todo, con el que visualizar mis emociones.
Mi obra personal está plagada de instantes cotidianos y fugaces, momentos, lugares, rincones y detalles que me cautivaron. El alma de un ser vivo, su esencia y su dignidad, sus anhelos, miedos.
Volcar mis propias emociones y sentimientos en una obra de encargo, entrelazarlos con los de quien se acerca a mí para dejar en mis manos el objeto de sus propias emociones y hacerlas brillar... es igualmente inspirador.
En todo caso, pintar supone un ejercicio de enorme respeto hacia lo pintado y hacia mí misma.
Durante años fui desarrollando mi vocación artística, alternándola con otras formaciones y actividades profesionales, convirtiéndose hace ya más de 10 años en mi profesión y, definitivamente, en el reflejo de mi manera de vivir y sentir.
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